Quiero la victoria.
Quiero plantarme frente a ti, el tablero desierto como un campo que, yermo, espera la batalla y tu sangre sobre él. Quiero desearte suerte con gallardo respeto, con solemnidad tal que en esta ceremonia en que estrechamos manos, las mías transmitan casi deífica veneración. Henchido, tú serás tu propio dios caído tras la lucha. Comeré de tu cuerpo cuando mueras y toda tu valía cargaré en mi bagaje. Tu espíritu quedará conmigo. Y nunca más podrás batallar frente a mí sin sentir que cada encuentro es una nueva vida que se te concedió, resurrección de un ciclo en el que, una y otra vez, te daré la muerte.
Quiero plantarme frente a ti, el tablero desierto como un campo que, yermo, espera la batalla y tu sangre sobre él. Quiero desearte suerte con gallardo respeto, con solemnidad tal que en esta ceremonia en que estrechamos manos, las mías transmitan casi deífica veneración. Henchido, tú serás tu propio dios caído tras la lucha. Comeré de tu cuerpo cuando mueras y toda tu valía cargaré en mi bagaje. Tu espíritu quedará conmigo. Y nunca más podrás batallar frente a mí sin sentir que cada encuentro es una nueva vida que se te concedió, resurrección de un ciclo en el que, una y otra vez, te daré la muerte.
Yo soy la ambición.
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